jueves, 1 de diciembre de 2022

XI Premio de Narrativa Juvenil de la Diputación de Córdoba

El pasado 1 de diciembre viajé a Córdoba para recibir el premio de narrativa juvenil a mi novela "El príncipe de Karakorum". Se trata de una novela ambientada en Mongolia por la que siento un cariño especial. Integraron el jurado Sara Barbazán, Ana Ramos y Eloy Moreno.



La Delegación de Cultura de la Diputación de Córdoba celebró una gala literaria con variadas actuaciones, en la que fueron entregados igualmente los premios de novela rural, poesía y dramaturgia.


miércoles, 9 de marzo de 2022

La mala entraña, en Brasil

Bajo el título de Más intenções, mi libro de relatos La mala entraña acaba de aparecer en el mercado brasileño, publicado por la editorial Colenda y en traducción al portugués realizada por Marina Waquil.


El pasado mes de enero, durante un viaje a Brasil, tuve la oportunidad de reunirme en Brasilia con el director de la editorial, José Nunes de Cerqueira, así como con las editoras Laíse Cabral y Fabi Guimarães. Fue un gratísimo encuentro en el que —además de escoger juntos la portada de mi libro—, tuvimos la oportunidad de charlar largo y tendido sobre literatura brasileña y española. Agradezco a los tres su afectuosa cordialidad.


martes, 1 de febrero de 2022

I Premio de Novela Infantil de la editorial Algar

El pasado mes de mayo recibí la noticia de que mi novela infantil Por lo menos un millón había sido la ganadora del I Premio de Novela Infantil, convocado por la editorial Algar. Ahora el libro acaba de salir de la imprenta, con unas preciosas ilustraciones de Javier Lacasta:

Se trata de una obra muy inspirada por la entrañable complicidad que mantenía de pequeño mi hijo mayor con su abuela, mi madre. Esto es lo que escribí para el comunicado de prensa del premio:

Mi hijo, de pequeño, era muy mal comedor, y yo me desesperaba mucho cuando me enfrentaba a su boca tercamente cerrada ante las cucharadas de papilla, de puré, de lo que fuese. No había manera de que la abriera. Pero había algo que funcionaba como un sortilegio, y eran las historias de la chivita que le contaba mi madre cuando la visitábamos en su pueblo de Cantabria. Le contaba miles de historias que se inventaba sobre la marcha, y mi hijo se olvidaba de todo al escucharla, incluso de mantener la boca cerrada para no comer. La abría como un bendito y, a golpe de cucharada y de historias de una chivita que los dos imaginaban, se fue forjando una relación muy especial entre abuela y nieto, que he tratado de plasmar en esta novela.